Mamacha Cocharcas.
Con ferviente devoción, miles de fieles, se congregaron en Cocharcas para las celebraciones en honor de la Patrona de nuestra diócesis. Como es costumbre, casi la mitad de los peregrinos proceden de los vecinos pueblos de Ayacucho. Son muchos los que llegan de la Capital o de otras partes del país. Oficialmente, las celebraciones comienzan la víspera a las 5 de la tarde, con el solemne ingreso de las imágenes peregrinas de la Reina Grande y la Reina Chica que, desde el mes de mayo, recorrieron los departamentos de Ayacucho, Cusco y Apurímac.
Una cola interminable de carros baja en zigzag la pendiente dibujando una serpiente de luz por la noche una de polvo por el día. Este año faltó el fluido eléctrico, pero la luna llena presidía la noche.
Todo el pueblo –calles y plazas- está abarrotado, pero donde se desarrolla la más intensa actividad es en la pequeña capilla provisional y en las muchos confesonarios habilitados a la intemperie por el atrio parroquial.
La adoración al Santísimo y los rosarios, las confesiones se suceden día y noche
Por sexto año consecutivo, no se puede ingresar en el santuario a causa de las obras de restauración llevadas a cabo por el Ministerio de Cultura. Pero la plaza se convierte en templo. Las misas se suceden en la explanada. Y en el día 8, desde las 4 de la madrugada. A las 10, la más solemne y concelebrada, seguida de la procesión con la venerada imagen que trajo Sebastián “Quimichu” en 1598.
La Fiesta de Cocharcas es intensamente religiosa y nada desdice de esa condición: es religiosidad popular profundamente purificada por una labor pastoral de años.
Las obras avanzan a buen ritmo. Los más de un centenar de obreros participan con devoción en los actos religiosos. Todo hace prever que en el próximo año estarán culminadas y se podrá admirar el hermoso templo colonial en todo su esplendor.