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JÓVENES MISIONEROS VOLUNTARIOS EN ABANCAY
Después de un mes entre nosotros, acabamos de despedir a los 25 jóvenes de la diócesis catalana de Solsona (la diócesis de Monseñor Isidro, del P. Miguel Pedrós y del P. Isidro). El joven sacerdote Marc Majá fue el asistente espiritual del grupo, convocado por la Delegación Diocesana de la Juventud de Solsona (Barcelona), encabezada por el Delegado, Marc Trulls.
Meses antes habían recogido fondos para ayudar en la construcción del nuevo templo de la también nueva parroquia de Nuestra Señora de las Nieves de Casinchihua.
Estos jóvenes entusiastas se han entregado a un trabajo social abnegado y alegre en el Asilo de Ancianos, en el Orfelinato, en la Clínica Santa Teresa, en Cáritas y en el despacho parroquial, con salidas en grupos misioneros a comunidades, como Chacoche, Lambrama, Caipe, Marccuni, Casinchihua…, acompañando al P. Edilberto.
Nos han dejado una hermosa lección. Su trabajo no fue improvisado. El P. Marc les celebraba la santa Misa a primera hora, les acompañaba en la oración, en el rezo de la Liturgia de las Horas (laudes y vísperas), en la reflexión sobre el trabajo que se iba a realizar o que se había realizado. Por eso decía Pau (Pablo), siempre de buen humor, que “el trabajo nos ha trabajado”. Efectivamente, venían a hacer bien a los más pobres, pero ellos supieron enriquecerse espiritualmente con esa labor. No van a olvidarse nunca de la experiencia realizada.
Estos 26 catalanes (15 chicas, 12 chicos) y el P. Marc han concebido su voluntariado como sentido de misión, es decir, como enviados por su obispo, Mons.Xavier Novell, y por el mismo Señor, que nos dijo: “Vayan al mundo entero y anuncien el Evangelio…
Los jóvenes misioneros oscilan entre los 30 y los 17 años. Dos todavía son menores de edad, algunos ya son profesionales, otros en los últimos años de universidad en las más diversas carreras. No faltaban entre ellos dos parejas de novios, con un hermoso noviazgo cristiano. Y, claro, no faltaba tampoco la guitarra de Oriol Macià, el seminarista del grupo, que animaba hermosas canciones y bailes.
Siempre hay algunos imprevistos, como la larga huelga de Magisterio, lo que impidió la visita a colegios y la posible catequesis a muchos niños; también cambió el plan de trabajo en Casinchihua (donde pensaban retechar y pintar), al decidir el pueblo la construcción de un nuevo templo. Pero estos jóvenes supieron acogerse maravillosamente al plan B. Emocionaba ver al P. Marc (párroco, y antes ingeniero) limpiar y cambiar los pañales a los ancianos y, juntos con los chicos y las chicas, prestar los servicios más humildes en el Hogar del Anciano.
No tuvieron en Abancay tiempo para hacer turismo, para conocer cosas; pero están muy contentos de haber conocido muchas personas, pequeños y mayores, y eso consideran que es lo más enriquecedor.
Costaba despedirse. A ellos y a nosotros. Pero agradecemos su testimonio cristiano y rezamos por ellos para que sepan siempre decirle que sí al Señor en lo que a cada uno les pida. Y, como no queremos despedirnos, sólo les decimos un “hasta luego”, “tupananchiscama” (hasta que nos volvamos a ver)